Biografía De Un Noctámbulo
La llegada del poema es múltiple. A veces se organiza alrededor de una palabra clave; o bien, la mayoría de las veces, progresa como una ola que desarrolla su turbulencia de imágenes y de palabras. Sí, a veces, palabra núcleo; cayendo copiosa; atropellando el vocabulario para encontrarse más adelante. Pero más aún: levantamiento del adentro; movimiento en pos de sus ritmos, de su forma-vocablos. Andrée Chedid (Francia)
viernes, 8 de febrero de 2013
PRELUDIO PARA GUITARRA Y VOZ
Siempre he de volver a ti
por las calles de la infancia y la juventud,
mi eterna acompañante de las melodías
que me habitan y que soy
desde que aprendí a destacar el silencio
hasta volverlo las tonadas que llevo conmigo
como antiguas monedas, antiguos amuletos.
De la mano andaremos la noche
para despertar los viejos fantasmas
de seres que murieron adolescentes,
para que bailen su inacabada edad temprana
y derrochen en sueños la vida.
Piel con piel, voz a voz, alteraremos
el orden de las horas que levantan la noche,
diosa coronada por grillos y luciérnagas,
amantes y solitarios, criaturas espeluznantes, poetas
el apostolado fiel a su religión
y su sacerdotiza, la oscuridad.
No me reclames si el afán enardecido de los días
me engulle y me vomita en la cama
hecho una inútil piltrafa, un despojo moribundo,
sin fuerzas para soportar este cuerpo
que me cerca como puño apretado
mientras lloras suavemente.
Perdóname si aplazo la cita otra vez
que a mí el tiempo me arrastra
y a ti te hace inmortal.
Espérame
mi incondicional amiga
tan sólo espera
que mi voz es la misma
pues el alma no envejece
déjame ser contigo
el niño que te imaginaba
el niño que te vuelve a soñar.
lunes, 21 de enero de 2013
NAFTALINA
A mi abuela materna (Q. E. P. D.)
Victoria llegaba como los alisios,
la esperabamos venir con los alisios, en diciembre;
con sus valijas llenas de regalos
para sus nietos y sus hijas.
Solía marcar enceres de cocina
con un cuchillo quizá o alguna herramienta
que dejara tallada sobre las tapas o los fondos
o en la brillante superficie externa
el nombre indeleble de sus hijas.
La veo en el ritual de empacar su ropa y los juguetitos baratos
y las ollas y sartenes, y, antes de cerrar cada maleta
y las cajas de cartón, dos o tres bolitas de naftalina
cuyo aroma permanecía en casa como una invitada más
como otra invitada de honor.
Ahora es una niña sin memoria,
un bebé que no ha aprendido a hablar
y por eso se merece el silencio
de sus recuerdos confundidos y mezclados
por los años vividos, por eso
vive en este junio su interminado diciembre
con esa innominable dignidad de la vejez
la muerte que no demora.
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